domingo, 30 de agosto de 2015

La Quinta Guerra Mundial.


Los indígenas de Chiapas lo tenían claro desde la mitad de la década de 1980, luego de 500 años de destrucción y depredación de Las Américas, ¿Qué le quedaba al mundo por incautar?

Al Viejo Mundo, claro, ese que  construyó su sabiduría basado en un sistema esclavista similar al que los aztecas proliferaban en Mesoamérica en los años del 1400 A.D.

El terror de una guerra nuclear había quedado conjurado según las  buenas costumbres, en el año de 1988, año en que la URSS colapsó finalmente. La tercera guerra mundial había sido puesta fuera del itinerario, no más comunistas, ni nacional-socialistas, ni ningún otro -ismo que no sirviese a la Capital-democracia.

Tontos que no comprendemos que el colapso de unos será el colapso de todos, que NO EXISTEN las utopías del mundo victoriano en el que se asienta el nuestro tranquilamente, como el mundo se acostaba sobre tortugas en el mundo antigüo.

Los europeos y la cultura anglosajona conocidas en todo el orbe por exportar sus armas e ideologías se sintió liberada del peso de haber construído al globo como lo conocemos.

El colapso de los "enemigos" nos permitió tejer un sueño de hiperconsumismo durante una burbuja de casi treinta años.

Los nativos chiapanecos que se aislaron del mundo al tiempo que levantaron un ejército para al menos hacerse notar no eran tan tontos después de todo. Ellos habían detectado un gran problema, que luego de 500 años, esas ideologías y todas esas armas servirían para algo: defender al capital global contra quien se le ponga enfrente.

Y si no hay enemigos, los inventarán.

El sello del mundo como lo conocimos ha sido roto en varios frentes en el último lustro.

Frente a nuestras cámaras de nuestros artilugios tecnológicos, día a día registramos la tragedia en la que nos hemos encapsulado.

Le tomó a la humanidad entera poco menos de medio milenio para poner en riesgo la vida como la concebimos.

Ya desde Hiroshima aprendimos que vivimos en el terror, pero eso era justo lo que los que sobrevivieron a las grandes guerras se mostraban dichosos: esto no volverá a pasar.

No por ser ingenuos o naives, no, sólo por que la cuota de muerte impregnada en todo había sido ya muy elevada para una especie tan creativa y dada a sonreír. Por eso construimos un estado en Palestina para todos aquellos que buscaban una casa, un lugar al que llamar hogar.

En Las Américas, sin embargo, no nos explicamos cómo es que nuestra casa dio tanto por tan poco o casi nada. A los indígenas americanos de norte a sur poco parecía interesarles la gloria que fue Troya, y con todo, nuestro continente ha sido saqueado hasta que no queda tanto como hubo, nuestra gran casa convertida en la guarida de los ladrones, los piratas, la gente del mar que come a otra gente si no tiene qué comer.

Sin embargo, opinamos que este es nuestro hogar, el de todos, pues aquí llegaron en cáscaras de nueces. Pero más tardamos en sentirnos cómodos que comenzar a percibir la, humedad, la sangre, las grietas... lo "normal".

Las cuarteaduras que percibimos en el Viejo y en el Nuevo Mundo precisan que al menos recordemos cuando comenzó todo otra vez. Se están redibujando mapas y fronteras, hay una crisis humanitaria de millones de desplazados aquí y allá y más allá, gente sin casa escapando con la vida pues es lo que que queda.

A la inteligencia la podemos dar por muerta desde hace un buen rato, estimadas ratas de laboratorio.

Sin embargo, eso que se colapsa y que se agrieta, del otro lado es eso que se abre paso como el agua, como el fuego cuando sopla el viento, son esos millones de humanos y humanas que son invisibles en su vida "normal", somos todos los desplazados por la guerra y la economía.

Eso que esos indígenas chiapanecos hicieron notar hace veinte años luego de quinientos años de no salir en ninguna foto. Y se ha vuelto "normal" vivir en un estado de sitio cotidiano en el que sólo "soñamos" cuando las alucinaciones pre-programadas nos invitan a seguir consumiendo, gracias, publicidad.

Publicidad que mató al humor (por cierto) y lo tornó todo: chistoso.

Y las sonrisas llenas de caries por beber tanta cola.

Da igual si es el Estado Islámico, los KKK de todo USA, los Narcosatanistas latinoamericanos, las corporaciones supranacionales, las ofertas que no podemos pagar; todos somos ya parte de una hiper-deuda que no se paga con tres planetas como este y una esclavitud de mil años como la glorificaba el III Reich.

En la misma semana en que las bolsas de valores murieron una vez más luego de especular con las vidas de millones, en el mismo año en que la lejana Asia parece haber aprendido todo lo malo que la Vieja Europa nos prodigó por 500 años.

¿Y a quién le podemos endosar esto? ¿A Cristobal Colón? ¿A Magallanes? ¿A Francis Drake? ¿A Godzilla? ¿A Jesús, Mahoma y Moisés? ¿A los más grandes piratas del universo?

Nos consta que podríamos ser leones en una reserva africana, nativos arrancando corazones para darle de comer al sol, una mosca en un lugar remoto del mundo y vendrán por nosotros para matarnos o cobrarnos algún impuesto por ser pendejos.

¿Te gusta?

Nadie lo ha declarado pues nadie tiene el tamaño para declararlo, sin embargo, esos indígenas en esas montañas hace veinte años la llamaron la gran guerra por venir: La Quinta Guerra Mundial.

La guerra más allá de las ideologías, la guerra por el estilo de vida que me permite mandar esta carta dentro de esta botella, y que quizá a alguien en el futuro le interese recordar cuando se reescribió todo otra vez.

Bienvenidos, acomódense donde puedan pues no cabe un alma más en este averno agrietado, que no sabe uno ya, si es la apertura del huevo o el colapso definitivo de una especie exitosa que se creyó cada cuento que se le puso enfrente.

Al menos esta vez me consta que no cabe culpar a los africanos, a los indígenas de este continente sin nombre, a los europeos, a los asiáticos, vaya, ni a los norteamericanos tan acostumbrados a juzgarlo todo y hacerlo pagar por todos. No hay culpa, sólo desenlaces y fines de temporada.

Aprovechen las gangas, está todo de remate (y de rechupete).

Vale pues, aprendamos de una vez las artes para amalgamar un cuerpo, pues por cincuenta años más habremos de súpervivir en este encierro. Al menos esta vez alguien la llamó por su nombre, y sí, fueron esos "nativos americanos chiapanecos" quienes estuvieron a la altura por todos.


Este texto fue traído a ustedes gracias a Tangarina!
La única soda de cola que SÍ sabe a tanga.
Métasela si le queda lugar.