La otra se echó a las espaldas a sus siete hermanitos y con un sueldo de secretaria además me educó.
La tercera sacó adelante a mi primo Juan Pablo quien quedó huérfano de mamá. A sus ochenta y pico, la señora sobaba diario para sacar la papa y apoyar a crecer al niño. Mi primo ahora tiene su familia, y yo aprendí tantas cosas de la abuela en ese valle de fantasmas, tantas cosas, que aún hoy la veo correr al establo para ir por lechita bronca, para que sus nietos e hijos tuvieran qué echarse a la panza.
Más allá de sus filias y sus fobias, no le saquen, son ellas las que traen nuevos humanos al mundo, ellas las que viven al triple de velocidad que nosotros, ellas, las que a pesar de tanta cosa, y a pesar de poder llegar a los espectros más sórdidos y oscuros de la humanidad (recordemos a todas las nazis más y a varias gatotas de esas que suponen que sólo venimos a ser sus criados, da igual Cleopatra, María Antonieta o Kim Kardashian) siguen siendo ellas, sólo ellas, por siempre ellas.
Tú.