lunes, 28 de marzo de 2016

Reina Madre.


Fue un reino lejano, en tiempo y espacio. En ese reino, el sol brillaba y la luna desaparecía. Las hembras gobernaban. Sobraba comida. En ese reino perdido en las arenas del tiempo. Nada se movía sin que la autoridad lo supiera. Delicado era el tejido social.
Pero un día, un maldito día, llegó una mosca. Una pinche mosca.
El zumbido no sólo fue molesto, no, también alteró algunos indicadores impositivos y alteró el humor del parlamento.
Zumbido ensordecedor, los ecos de los sonidos de sus alas hicieron trizas aquello que de perfecto y callado parecía muerto.
La perniciosa existencia de una sola mosca en el páramo de la felicidad y la perfección en una monarquía parlamentaría perdida en el tiempo.
Una monarquía controlada y asumida por hembras de aquella civilización alienígena y parlamentaria y real.
Estando las cosas tan mal. Decidió la reina madre hacer salir a una dragona para que terminase de una sola y buena vez con aquella molestia.
La señora emperatriz de ese reino alienígena de perfección de leyenda soltó a la bestia para que destruyera al monstruo.
La dragona arrasó con todo y con todos y todas, años de encierro la tenían del peor humor. Luego de arrasar con la civilización entera se posó en un punto alto para admirar el paisaje, estaba cansada.
En su cola, la mosca zumbaba, y la bestia la espantaba con la cola, y la otra regresaba, y desde esas alturas observaron maravilladas la funesta y destructiva belleza de su obra.
De todo esto, nuestra humanidad jamás supo nunca nada.